Estar enamoradas del mar y querer estar en la playa cada que nos sentimos cansadas o estresadas tiene una explicación: observar el océano nos hace más felices y reflexivos.
Un grupo de científicos estudió la relación entre la salud mental y el mar, y encontraron que observar el océano estimula la corteza prefrontal del cerebro, una área responsable de nuestras emociones y reflexión.
Y eso no es todo, el sonido de las olas golpeando la arena nos recuerda el sonido del corazón de nuestras madres cuando estábamos en el vientre, por lo que nos hace sentir seguros y en paz.
Observar el mar hace que la hormona del estrés baje en nuestro cuerpo y nos volvamos más reflexivos.
Ahora entendemos por qué amamos tanto el mar.
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