Si no viste To All The Boys I’ve Loved Before el año pasado, de verdad te perdiste de una gran historia de amor, muy teen, sí, pero al final, que cautivó a gente de todas las edades, hasta recuerdo, que mi ex jefa, que está en los 40 y tantos, tenía los libros y todo, y también le gustó la película.
Te digo esto porque hay una parte en la película basada en los libros de Jenny Han, con la que me súper identifiqué.
Lara Jean, que es la protagonista de la historia, pasa por una decepción amorosa que de pronto la lleva a poner orden en su habitación, la cual era un desastre, hasta que le rompen el corazón.
Se me quedó súper grabado, como la hermana de Lara Jean, ve que está limpiando a profundidad su cuarto y expresa algo como: “Wow! está limpiando como una loca, de verdad está triste”.
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No sé si algo similar te ha pasado pero en cuanto vi ésta escena, supe que más de un par de veces había pasado por esto, sólo que no había puesto mucha atención.
Cuando nos sentimos profundamente tristes o incluso, deprimidos pero sin ganas de llegar al fondo, hacemos cosas que pongan en orden las cosas cotidianas de nuestra vida, es decir, lo que podemos ordenar, lo ordenamos…para que no pese tanto junto con todo de lo cual no tenemos control.
Por eso, después de una decepción de cualquier tipo, nos metemos al gym, viajamos solos, intentamos aprender algo nuevo, nos cortamos el cabello y sí, hacemos limpieza profunda del lugar en el que probablemente pasamos más tiempo y el que sí se siente muy nuestro: nuestro cuarto.
Es algo así como de: “Si el corazón no está en orden, que al menos lo esté mi cuarto”, y me parece que esto es más bueno que triste, porque significa que aún hay ganas, fuerzas, pocas, pero al menos alcanzas a ver una lucecita al final del túnel en la que has puesto toda tu fe, confiando a ciegas en que a lo mejor muy tarde o mañana, todo se pondrá mejor.
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